*Fundada en el siglo XVI en el corazón de Tlaxcala, testimonio vivo de la arquitectura colonial mexicana, es un símbolo vivo de fe, tradición y cultura que perdura en el tiempo y en el corazón de quienes la visitan
Beto Pérez
Tlaxcala, Tlax.- Al adentrarse en la basílica, se puede sentir la paz que emana de sus muros de piedra y sus altos techos abovedados.
En el corazón de Tlaxcala, rodeada de una atmósfera de serenidad y devoción, se alza imponente la Basílica de Nuestra Señora de Ocotlán, un majestuoso templo no solo símbolo de fe para los habitantes de la región, sino también un tesoro arquitectónico que narra la historia de siglos de tradición y devoción mariana.
Un destino de peregrinación para miles de fieles cada año, quienes llegan en busca de consuelo espiritual y, con ello, encontrar un oído cercano a la divinidad católica que les pueda hacer realidad lo imposible, como lo hizo con el fiel Juan Diego Bernardino el 9 de febrero de 1541.
Desde su fundación en el siglo XVI, el santuario ha sido testigo de innumerables relatos de milagros y gracias concedidas por intercesión de la Virgen de Ocotlán, patrona del lugar.
El interior está adornado con retablos dorados y obras de arte sacro que reflejan la rica herencia cultural y religiosa de México. Entre las joyas artísticas destacan pinturas coloniales que narran la historia de la aparición de la Virgen y esculturas meticulosamente talladas que capturan la devoción popular.
El altar mayor es el punto focal del templo, donde se encuentra la imagen venerada de Nuestra Señora de Ocotlán. Esta figura milagrosamente tallada en un trozo de ocote de 148 centímetros de altura, es objeto de fervor y devoción, y los peregrinos se congregan frente a ella para orar, hacer peticiones y agradecer los favores recibidos.
La atmósfera durante las festividades religiosas, principalmente, cuando esta reliquia religiosa sale de su santuario cada tercer lunes del mes de mayo. En esta fecha todo es especialmente vibrante, con procesiones, cánticos y ofrendas que llenan el ambiente de alegría y solemnidad.
Además de su importancia religiosa, la Basílica de Ocotlán también es un testimonio vivo de la arquitectura colonial mexicana. Su fachada de cantera rosa y sus torres gemelas son un ejemplo sobresaliente del estilo barroco novohispano, que combina elementos europeos con influencias indígenas.
Cada detalle arquitectónico cuenta una historia de la fusión de culturas y la adaptación del arte sacro. Para los visitantes, la basílica no sólo representa un sitio de culto, sino también un lugar para conectar con la historia y la identidad espiritual de México. En sus muros resonaron las voces de generaciones de creyentes y la promesa de un vínculo perdurable con lo divino.
En resumen, la Basílica de Nuestra Señora de Ocotlán en Tlaxcala es mucho más que un monumento religioso; es un símbolo vivo de fe, tradición y cultura que perdura en el tiempo y en el corazón de quienes la visitan. Su belleza arquitectónica y su profundo significado espiritual la convierten en un destino imprescindible para quienes buscan entender y experimentar la riqueza del patrimonio religioso mexicano.